Las huelgas sanitarias: Ética y estética

No es que me repugne la presión de una huelga para conseguir mejorar los derechos laborales. Supongo que muchos de los actuales beneficios del trabajador se han conseguido por este método. La huelga en cualquier sector termina afectando al servicio público y aunque se comprendan las razones que la motivan se producen incomodidades que molestan al ciudadano, pero dependiendo de la intensidad, duración y fundamentos de la huelga puede llegarse a asumir como necesaria y justa.

Algunos defendemos, a pesar del empeño de ciertas administraciones que los médicos no somos meros trabajadores. Además de trabajar para el sistema de salud, y como trabajadores nos acoge el derecho a la huelga, somos médicos que hemos hecho el juramento hipocrático. Este juramento, salvo que se haga “en vano” o de forma rutinaria sin intención de cumplirlo, nos obliga a los médicos a ser críticos con todas las posiciones y actos que menoscaban la atención a nuestros pacientes.

Decía el profesor Gonzalo Herranz Rodríguez catedrático y experto en Ética y Deontología Médica que la huelga médica extrema o “salvaje” es irracional e incompatible con la conciencia médica mientras que la huelga suave resulta un instrumento poco eficaz para forzar la concesión de las reivindicaciones salariales u organizativas. La huelga, incluso con intereses exclusivos para la mejora de la atención a los pacientes, es cuestionable.

Ya es otro asunto cuando la huelga, también las médicas, obedecen a intereses partidarios de agitadores de fortuna a uno u otro signo político. Mi última y única huelga fue la famosa huelga de 1989, alrededor de las elecciones nacionales ganadas de nuevo por Felipe González. La razón o “leitmotiv” que sirvió de “banderín de enganche”, fueron motivos remunerativos aderezados con una pizquita de mejora de atención al paciente ¿Seguro que solo fue ese el motivo? Esta huelga denominada “inteligente” por algún dirigente, me supuso un gentil zarandeo de los huelguistas a las puertas de mi servicio, por esquirol.

Ahora, vivimos y oímos de una huelga en la capital del reino en la que el “motivo” es nada más y nada menos que la atención primaria, la asignatura eternamente suspensa y desde el principio mal diseñada de nuestro sistema sanitario. ¿Ahora, la sanidad madrileña, solo los de Madrid, en su sano juicio, y conociendo el profundo problema de fondo, pueden pensar que esta huelga está dirigida, de verdad, a solucionar el trascendental y principal problema de la Atención Primaria? ¿O como, casi siempre, se utiliza la salud de los ciudadanos con otros motivos bastardos?

Juramento hipocrático

Juro por Apolo el Médico y Esculapio y por Hygeia y Panacea y por todos los dioses y diosas, poniéndolos de jueces, que este mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento. A aquel quien me enseñó este arte, le estimaré lo mismo que a mis padres; él participará de mi mandamiento y si lo desea participará de mis bienes. Consideraré su descendencia como mis hermanos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo.

Instruiré por precepto, por discurso y en todas las otras formas, a mis hijos, a los hijos del que me enseñó a mí y a los discípulos unidos por juramento y estipulación, de acuerdo con la ley médica, y no a otras personas.

Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. A nadie daré una droga mortal aún cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer supositorios destructores; mantendré mi vida y mi arte alejado de la culpa.

 No operaré a nadie por cálculos, dejando el camino a los que trabajan en esa práctica. A cualesquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos.

Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deba ser público, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas.

Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro.

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