La casa del cirujano en Pompeya

La vieja Colonia Cornelia Veneria Pompeianorum, cuya denominación se debe gracias al dictador Lucio Cornelio Sila en el año 80 a.C., ha guardado y guarda muchos secretos, entre ellos, la imagen física de su descubridor en 1749, ya que no ha llegado a nuestras manos un garabado o retrato.

Este breve preludio pretende dar a los lectores dos explicaciones previas: la primera se debe a que nuestra anterior entrega versó sobre la única colonia romana del Imperio que llevó el nombre del emperador Caesar Agusto, la actual Zaragoza. En esa ciudad de herencia romana y situada en un lugar privilegiado del valle medio del río Ebro, dieciocho siglos después de su fundación por Roma, verá la luz un joven descubridor, casi a la par que el nuevo siglo que comenzaba. El 16 de agosto de 1702, festividad de los santos San Roque y San Joquín, nacerá este infante, entrando por destino de los dioses del Panteón Romano en la Historia de uno de los más singulares hallazgos arqueológicos de la Historia de la Humanidad: la ciudad de Pompeya. Esa historia fue posible gracias al zaragozano Roque Joaquín de Alcubierre, quien, debido a su tesón en las excavaciones y a su fidelidad a su rey (Don Carlos de Borbón), logró una de las hazañas culturales más conocidas de le Era Moderna: colocar de nuevo en las cartas geográficas y en la topografía de Italia la ciudad habitada por los pompeyanos y volver a resucitar sus ancestrales nombres y apellidos (praenomen, nomen y cognomen). La segunda explicación, y que enlaza directamente con el título de este artículo, reside en que el descubrimiento y excavación arqueológica de la Casa del Chirurgo, conocida en español como Casa del Cirujano, se debe a manos españolas en el siglo XVIII.

Ubicación de la casa
Dicho esto, ha llegado el momento de situar esta antigua mansión en el plano de la ciudad. Ubicada según la nomenclatura moderna arqueológica en (VI, 1, 10) (Región VI, Ínsula 1, casa 10), estaba construida en la zona norte de la ciudad y muy cercana a la muralla. Era vecina de la denominada Casa de Salustio, una de las vetustas casas de la urbe, y se encontraba en el víal de salida de la ciudad en búsqueda de la famosísima Villa de Los Misterios, una de las grandes construcciones del ager pompeyano. No debo olvidar indicaros que, al contrario de lo que sucede en nuestras ciudades actuales, las calles no tenían denominaciones de referencias geográficas, sucesos, personajes históricos, fechas conmemorativas y un largo etc.

En Pompeya había elementos o puntos de referencia que permitían al viandante situarse por aproximación o relación a algo. Por lo tanto, la Casa del Cirujano se situaba junto a la puerta de salida en dirección a la Villa dei Misteri, en un vial bien empedrado, con buenas losas de piedra volcánica y pequeñas aceras, pero de altura suficiente para evitar que el agua de lluvia penetrara en el interior de la casa.

Tras una suave pendiente, hemos llegado al número 10. Una fachada alta y de grandes bloques de tufo volcánico escamotean la visión del interior del inmueble. Todo parece muy pesado, generando una sensación de eternidad. Pero nada más traspasar el umbral de la puerta, los sentidos del espectador parecen vislumbrar espacios, ambientes, decoraciones y, sobre todo, una atmósfera desconocida para la que los circuitos cerebrales no encuentra paralelos con qué comparar.

La planta de la casa
Las limitaciones humanas hacen que, si no podemos situar en el tiempo las cosas, nos encontremos incómodos, desplazados de una realidad para cuyo entendimiento tenemos grandes dificultades de comprensión. Para solucionarlo, os diré que la casa del Cirujano data de los siglos IV/III a.C., hasta el 79 d.C. En su larga vida sufrió pocas transformaciones estructurales salvo el recrecimiento de un segundo piso en la zona de servicios. Su planta nos muestra un desarrollo axial; o sea, una línea recta une la puerta de entrada (fauces), con el atrium (núcleo central de la casa), el tablinum (despacho del dominus de la casa) y, por ultimo, el hortus o jardín. En derredor de estos espacios aparecerán los cubicula (dormitorios), triclinia (comedores), alae (zonas de descanso) y cocina, letrinas y espacios de servicio y esclavos. De Roma hemos heredado una pasión: el amor por las tabernae (bares, tascas) que situaremos flanqueando el portal de entrada a la domus (casa). Esto es lo que vemos en la Casa del Cirujano, excavada por Francisco de la Vega a mediados del siglo XVIII y en cuyo interior hallaron, en el momento de la excavación, objetos interesantísimos y muy singulares. De ellos he seleccionado el instrumental de cirujano que se halló en el interior de la casa y que ha dado nombre a la misma, y un cuadro pintado al fresco que decoró una de sus estancias y que, por temor a que se deteriorara con el paso del tiempo, fue arrancado de la pared y depositado en el Museo Nacional de Nápoles.

Instrumental quirúrgico
Es de sumo interés pues nos permite conocer la cirugía romana, el diseño y tipología de los instrumentos fabricados en hierro y bronce y sus posibles utilidades. A simple vista se detectan sondas, catéteres, fórceps, separadores, tijeras, bisturíes, lancetas, pinzas y hasta un total de 40 piezas conservadas en el Museo de Nápoles. En nuestra época pueden producir curiosidad, asombro, perplejidad, pero este instrumental hace dos mil años, sin conocer éter sulfúrico o el posterior cloroformo del siglo pasado, no evitaba el sufrimiento del paciente.

Instrumentos médicos-quirúrgicos hallados en la casa
en perfecto estado de uso.
Catéteres de bronce romanos, siglo I a.C., British Museum.

El dolor
Se toleraba con más entereza hace dos mil años que en los momentos actuales. Para responder esta pregunta disponemos de una pintura hallada en Pompeya en la casa de Sirico y depositada, como la mayoría de los objetos singulares, en el Museo de Nápoles. Es una escena presidida por la diosa Venus, con cara de preocupación ante lo que perciben sus ojos y, en primer plano a Eneas, herido por un dardo del que se le ha introducido la punta metálica. Se apoya sobre su hijo Ascanio, vestido con penula azul de viaje al que reconforta su padre Eneas por lo que está sucediendo y presenciando. El primer plano lo ocupa el cirujano en plena intervención. Arrodillado sobre la pierna derecha, con unas pinzas manipula la extracción de la punta de flecha en una zona muy delicada por las hemorragias que pudieran producirse dada la proximidad de los vasos femorales. No obstante, el pintor ha captado el gesto preciso del cirujano donde maniobra con precisión. Quizá esa tensión que delatan los espectadores que forman parte de la escena, contrasta vivamente con la relajación del paciente quién parece estar fuera del papel que interpreta en la representación.

Ciertamente, no son muy abundantes las representaciones con esta temática que incluimos aquí para dar mayor sentido a la panoplia de instrumentos quirúrgicos hallados en la casa del Cirujano. Hay algún ejemplo de vendajes o de curas superficiales en la pintura de Herculano y en la pintura vascular griega, pero quizá la representación que hemos comentado sea la más espectacular en la que la sensación de dolor o turbación por parte del paciente parece estar superada.

Pintura de escena médica hallada en la casa de Sirico en Pompeya que representa a Eneas herido por una flecha mientras le cura el cirujano.

¿Una pintura feminista?
De la casa que tratamos y hallada en alguna de las estancias excavadas, procede otro pequeño cuadro con una iconografía de extraordinaria actualidad en nuestra sociedad: la iconografía de una mujer pintora. Hasta 2008, esta pintura se la consideraba proveniente de la casa del Cirujano, pero la nueva catalogación de la obra del Museo Nacional de Nápoles, publicada en un lujoso volumen, la recoge como de procedencia pompeyana pero de ubicación imprecisa. Lo sea o no, merece nuestra atención ya que la mujer en la sociedad romana tenía una consideración muy particular dependiendo las situaciones y los contextos. La importancia de una mujer artista era algo que podríamos tildar de particular y reservado seguramente para féminas instruidas y de clase acomodada.

En la representación, seguramente inspirada en una obra helenística, aunque la obra que comentamos podemos situarla hacia finales de la primera mitad del siglo I d.C., vemos a la artista, sentada en una silla curul, mira la obra que ha pintado, sujeta por un cupido, del original de Dionisos que le ha servido de modelo. Tras ella, dos mujeres interpretadas, bien como espectadoras, o también como posibles compradoras interesadas en adquirir la obra de arte.

A modo de colofón
La casa del Cirujano de Pompeya es un ejemplo del refinamiento de una sociedad de la que hemos heredado muchos aspectos de su cultura, lenguaje y derecho, pero también de su gestualidad y de sus defectos. Pompeya, con una población aproximada entre 12 y 15.000 habitantes, para los arqueólogos fue, es y será, un paradigma y vademécum a los que recurrir a la hora encontrar soluciones a problemas poco claros en nuestras excavaciones en cualquier lugar de las Provincias del Imperio romano.

Quién hoy les ha conducido por un pequeño rincón de la ciudad del Vesubio, ha pasado más de diez años de su vida profesional excavando en ella durante la década de los años ochenta. Las experiencias, sensaciones, éxitos y fracasos de este arqueólogo que ha intentado acompañarles hoy, si les parece, las dejamos para mejor ocasión.

DIXIT EGO ¡¡SALVE¡¡

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