Cine y medicina: Barbarroja

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Barbarroja (赤ひげ,1965) es una película dirigida por el célebre Akira Kurosawa, quien contó para el film con el carisma de su actor fetiche Toshirô Mifune, quien interpreta al doctor Kyojo Niide, más conocido como Barbarroja, que dirige con mano de hierro un pequeño hospital ubicado en el pueblo de Edo de principios del siglo XIX. Se trata de un hospital pensado para dar asistencia gratuita a los más pobres a costa de cobrar ingentes cantidades de dinero a los más acomodados. Es un médico brillante que cuenta con el beneplácito de los daimios (señores feudales) pero muy estricto e inflexible con sus normas; “el dictador del lugar” como es descrito por uno de sus aprendices.

A este hospital llegará el verdadero protagonista del film, el joven e inexperto doctor Yasumoto, quien ha estudiado medicina holandesa y desarrollado sus propios diagnósticos y curas. El objetivo de Yasumoto no es otro que el de convertirse en el médico personal del Shogun, por lo que recibe de mala gana pasar un año en un lugar tan vulgar y poco apacible.

Poco a poco, la realidad y el contacto personal con los pacientes harán que Yasumoto cambie su percepción del mundo que le rodea y del significado de justicia; el paso del tiempo como progreso moral. Este progreso sucede a consecuencia de los diferentes encuentros que los protagonistas tendrán a lo largo de los más de 180 minutos del filme.

La película la configurando diferentes historias secundarias ajenas, en cierta manera, a la trama principal de la película y que actúan como proceso de aprendizaje del protagonista. Algunas de ellas, sobre todo las que se narran a modo de flashback, tienen un peso y una duración considerable, por lo que por sí solas podrían actuar como la trama central de otra película; la joven que como una mantis ha asesinado a tres de sus amantes, el anciano que cuenta avergonzado su vida mientras agoniza en la cama del hospital o la historia del hombre que perdió a su mujer durante un terremoto. Estas historias tienen como eje central la muerte y la agonía, sirviendo de catalizador en el proceso de maduración de Yasumoto: su orgullo y su arrogancia han caído, dejando paso a la compasión y a la empatía por sus pacientes.

Las figuras femeninas de la película son víctimas de su mundo, menospreciadas y denigradas, pero que devuelven el golpe y la violencia a aquellos a los que consideran culpables de su deshonra; la mantis que asesina tras haber sido violada en repetidas ocasiones durante su infancia o la joven que antes de volver a abandonar a su amante, prefiere suicidarse en los brazos de este.

Este componente social está enmarcado dentro de la crítica a la miseria, raiz de todos los problemas que Kurosawa plantea a lo largo de la película. Este escepticismo se hace patente en algunas líneas de Barbarroja: “Si no hubiese pobreza la mitad de estas personas no estarían enfermas”.

El personaje de Barbarroja, sin ser el protagonista de la cinta, se presenta como un ser frío y distante, moralmente superior a los demás. Son suyas la mayoría de consignas y reprimendas contra la clase social acomodada, como cuando cobra una cantidad desorbitada a un adinerado paciente aquejado de un brutal empacho. Se comenta que el actor Toshiro Mifune, en contra de los deseos del director, se empeñó en representar a su Barbarroja como un héroe épico, imprimiéndole un caracter tan frío y duro que Kurosawa, después de casi 20 películas compartiendo set, no volvió a contar con él nunca más.

Akira Kurosawa y la composición del movimiento

Ran de Akira Kurosawa

Cada película de Kurosawa es una master class de las diferentes posibilidades de articular una escena en función del movimiento. Uno de sus recursos más utilizados es la naturaleza (fuego, lluvia, viento, nieve); aunque los personajes permanezcan inmóviles, fenómenos meteorólogicos como la lluvia danzan a su alrededor para enfatizar el estado anímico de los mismos y para llamar la atención del espectador. Este recurso lo podemos ver en las más de 30 películas que componen la filmografía del director nipón.


Otro de sus recursos es el movimiento exagerado de los personajes; ya sea de manera grupal o individual recorren el plano, exteriorizando visualmente su psique. Además, Kurosawa solía pedir a sus actores que utilizaran un gesto característico y lo repitieran a lo largo de toda la película, de esta manera el público podía identificarlos rápidamente y adivinar cómo se sentían.

Los siete samurais de Akira Kurosawa

Kurosawa trabajaba como su propio editor lo que le permitía grabar los planos pensando directamente en el montaje, realizando movimientos fluidos de cámara con el fin de que contara una historia mediante la continuidad entre planos; esto se conseguía realizando el corte entre planos atendiendo al movimiento de un personaje al que el espectador está prestando atención (el movimiento del final del corte A es igual al movimiento del principio del corte B). De esta manera, el trabajo de edición pasaba desapercibido.

Esta estimulación visual es la que impacta en el público; el movimiento es lo que permite al cine ser cine, contar historias a través de la imagen y desmarcarse de otras artes como la pintura o la escritura. Kurosawa ha logrado influir en muchos directores, como M Scorsese, FF Coppola o S Lumet, gracias a colocar estas artes al servicio de la imagen.

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