La sexualidad en el mundo romano

En el último cuarto del siglo XX una editorial francesa publicaba los objetos custodiados en el denominado Gabinete Secreto del Museo Nacional de Nápoles. Tal atrevimiento editorial significó por parte de la autoridad competente del momento, imponer una sanción de un mes de cárcel y 500 francos de multa.  Este suceso que alarmó a un sector de la sociedad francesa en torno a 1875 por una publicación tan procaz, sería impensable en la cultura de los países occidentales actuales.

En el transcurso del tiempo, las revoluciones culturales y la evolución de las mentalidades del ciudadano europeo hacia una mayor libertad de pensamiento, permiten en estos momentos poder analizar la sexualidad en la Roma de la Antigüedad y mostrar la iconografía de algunos de los objetos hallados en las viejas ciudades de la región de la Campania sin matices puritanos decimonónicos. Sin embargo, respetando a ultranza el profundo respeto a la libertad personal, debemos tener presente que algunas imágenes, objetos, sátiras o epigramas que podamos incluir, en esta y próximas entregas, puedan resultar ofensivos para ciertas sensibilidades.

La sexualidad en el mundo romano es un tema difícil de abordar porque ha estado sometido a numerosos “clichés” y “leyendas urbanas”. Para entenderla hay que abandonar los esquemas prestablecidos contemporáneos y sobre todo huir del concepto “pornografía” en el más puro sentido etimológico. Su comprensión y su desciframiento serían impensables sin profundizar y entender la mentalidad romana en la Antigüedad, su cultura, código de lenguaje plástico y su repertorio iconográfico que nada o muy poco tienen que ver con el concepto de sexualidad del siglo XXI.

Para comprender el mensaje que proviene de las escenas pintadas que adornan y decoran numerosas paredes de las casas romanas, generalmente habitaciones muy transitadas como son los comedores, hay que plantearse una serie de preguntas previas: ¿quién financió la imagen?, ¿quién la contempló?, ¿cuál era su propósito? Las respuestas a estas preguntas nos permitirían entender las profundas diferencias existentes entre nuestra visión actual en materia sexual y la de los antiguos.

CONCEPTO DEL SEXO EN ROMA

A pesar de que en el siglo XXI nos consideramos libres, estamos cargados de tabúes y de limitaciones, sobre lo que permitimos a los hombres y no a las mujeres, sobre qué consideramos socialmente aceptable, y qué es pecaminoso y obsceno, o sobre en qué consiste un comportamiento homosexual o heterosexual. Los romanos habrían considerado nuestras actitudes absurdas y muchas de las normas que nosotros solemos dar por validas, nada tienen que ver con las que seguían en la Antigüedad. Para los romanos el sexo en todas sus formas era bueno y no algo de lo que había que avergonzarse. A los antiguos romanos el concepto de culpa en materia sexual les habría parecido raro porque el sexo era para disfrutar y vivir como una diversión

Los romanos solo regulaban el sexo en la medida en la que suponía una amenaza para la élite.  Por eso de prohibían las relaciones adúlteras entre gentes del mismo estatus social ya que la presencia de bastardos hacía peligrar los derechos de los legítimos. Sin embargo, practicar el sexo con personas de baja consideración social o esclavos, no suponía ninguna culpabilidad, aunque algunas situaciones eran punibles. 

Los antiguos romanos habrían considerado absurda nuestra regulación del sexo, por lo que no podemos aplicar a los romanos nuestra concepción de lo pornográfico. Por ello al examinar las imágenes sexuales con los ojos de un romano podemos penetrar en un mundo en el que el placer sexual y su representación son considerados valores sociales y culturales positivos. La iconografía sexual formaba parte de sus vidas y la práctica del sexo era considerada una bendición de Venus y de Príapo, de manera que si la sociedad actual contempla las imágenes como algo pornográfico es porque hemos convertido la representación del sexo en un fetiche.

Los antiguos romanos consideran el sexo como algo natural y hablaban abiertamente de él hasta el punto de exhibir sus vajillas, pinturas, mosaicos con todo tipo de representaciones sexuales y también adoraban a los dioses y diosas del amor sexual.

Pero hay que tener en cuenta que el sexo era concebido desde un punto de vista de dominio masculino. Un comportamiento sexual no era juzgado nunca como aceptable o condenable, sino que se evaluaba dependiendo del sexo, de la edad y del estatus social y en el caso de la homosexualidad en base al papel activo o pasivo. Las relaciones homosexuales con esclavos y niños estaban bien vistas, siempre que éstos fuesen los objetos pasivos. El término impudicus designa por eufemismo, pasividad. La impudicitia (según Seneca) es un crimen para un hombre de nacimiento libre, para un esclavo es un deber absoluto, para un liberto es una condescendencia que tiene el deber moral de conceder a su patrono. La injuria favorita era “te paedico que significa en términos más crudos y todavía de moda, “te sodomizo”. El compañero pasivo se cubría de oprobio, pero el dominador mantenía su honor. En consecuencia, la moral sexual no se apoyaba sobre otros criterios que el puro rango social. De ahí la coexistencia en el mundo romano de los actos más chocantes y el más puntilloso rigor moral (es lo que Veyne define, como una sola época, dos morales).

EL SIGNIFICADO DE LOS FALOS Y SU UBICACIÓN EN LAS CIUDADES

Sin embargo, los humanos hemos creado falsos mitos, ocurrencias, falsedades, imaginaciones y un largo ecétera que ha corrompido la realidad con el paso del tiempo. Voy a intentar narrarles algunas de las versiones que todavía hoy podemos escuchar entre personas, sin formular distingos de nivel cultural. Quién no ha escuchado a amigos o conocidos, tras el regreso de un viaje a Pompeya, comentarios tales como: – ¡No os lo podéis imaginar¡  hemos visto relieves con falos por las calles que servían para marcar el camino a los burdeles.

Las representaciones de falos que jalonaban las calles no despertaban en los antiguos romanos las mismas reacciones que en nosotros. Nuestra cultura asocia cualquier exhibición de los genitales masculinos con la obscenidad y la pornografía; para los antiguos constituía un deber poner falos allí donde acecha un peligro. Los objetos se colocaban en calles, tiendas, casas, termas o tumbas y estaban destinados a proteger a sus espectadores. Los romanos creían que el órgano masculino denominado fascinum palabra que deriva de fas (lo que está permitido por las leyes humanas o divinas), era un talismán de fertilidad y prosperidad y también servía para ahuyentar a los malos espíritus (el mal de ojo). Mucha gente llevaba amuletos con formas fálicas o representando una mano con el dedo gordo entre el corazón y el índice (la higa) que es un signo evidente de la imagen de un pene en una vagina.  ¿Qué es el mal de ojo? Cuando alguien envidia la belleza o la prosperidad de otra persona, podía ponerle el ojo encima y hacer que éste emitiera unas partículas que les podían provocar la enfermedad y la muerte.

Los encontramos en el cruce de calles, porque se consideraba un lugar peligroso, dispuestos en las paredes o incluso en los adoquines de las calles; también en las puertas de algunos negocios, como el que se conserva en una panadería, acompañado por la inscripción Hic habitat Felicitas, para que la masa de pan creciera y el negocio fuera próspero.

PRÍAPO Y LA ESTÉTICA DEL PENE

En este ambiente debemos situar al dios Príapo, divinidad que protegía los campos y huertos de los ladrones y también se le invocaba ante casos de impotencia.  Príapo suele ser considerado hijo de DionisoAfrodita. Se dice que ésta había cedido a los abrazos de Dioniso, pero durante la expedición de éste a la India le fue infiel y vivió con Adonis. A la vuelta de Dioniso Afrodita volvió a su lado, pero pronto le abandonó de nuevo y marchó a Lámpsaco para dar a luz al hijo del dios. Hera, decepcionada por la conducta de Afrodita, la tocó y su poder mágico hizo que alumbrase un hijo extremadamente feo y con unos genitales inusualmente grandes. 

En la Casa dei Vetti de Pompeya tenemos una magnífica representación en dónde representa la prosperidad mediante tres recursos: el falo, la cesta de frutas y la bolsa con monedas, con los que se deseaba fertilidad y prosperidad a partes iguales a los que entraban en la casa. La conexión entre el falo y la prosperidad financiera también se manifiesta en las imágenes de Mercurio, dios protector del comercio.

Un elemento clave en la naturaleza de Príapo es el tamaño del falo que entre los romanos era una cosa cómica, hecho que ya deriva de la cultura griega: En la comedia “Las Nubes” de Aristófanes (siglo V), el protagonista intenta persuadir a unos jóvenes para que abandonen una academia dirigida por filósofos sofistas: Si haces todo lo que yo te diga, y prestas atención a mis consejos, para siempre tendrás el pecho lustroso, color saludable, las espaldas anchas, la lengua corta, las nalgas grandes y la polla chica. Si sigues las costumbres a la moda pronto vas a tener pecho escurridizo y pálida la tez, hombros estrechos, lengua desbocada, el culo chico y larga….

Estas palabras tienen su claro reflejo en la escultura y en la pintura Los grandes penes se hallan fuera del ideal de belleza y simbolizan el exceso; los romanos veían en los penes grandes un rasgo antiestético, lo mismo que la piel negra de un africano o la deformidad de un enano o jorobado. Constituían un objeto de burla y escarnio y los artistas los usaban para ahuyentar el mal. Aunque la idea de ahuyentar el mal mediante procedimientos mágicos nos parezca extraña en el mundo actual, debemos pensar que para los antiguos romanos los síntomas de enfermedades o desgracias eran provocados por fuerzas malignas a las que había que combatir por métodos mágicos. La superstición en la cultura romana estuvo muy arraigada y justifica muchas de las situaciones aquí aludidas.

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