El principio

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Había comenzado la cuenta atrás, en pocos días decía adiós a mi vida anterior. Ya no volvería a clase con mis alumnos y la verdad es que tampoco me importaba demasiado. Los últimos años habían sido decepcionantes. Por fin, comprendí que a casi nadie le interesa aprender, pocos son los que disfrutan con el conocimiento. Todo el mundo exige premio, merecida o inmerecidamente. Por estas y otras razones inherentes a nuestra rancia universidad, la verdad, no me importaba terminar. Si, se acabó y me alegraba de no participar más en este asunto. ¿Qué había pasado? ¿Dónde, cuándo y por qué se habían perdido las ilusiones de los primeros días con tu plaza de profesor recién ganada? El plan Bolonia de 1999 se había quedado en poco más que en la reforma de los créditos ECTS (European Credit Transfer System) sin nada de espíritu. Una de las mayores críticas que ha sufrido Bolonia ha sido la controvertida y pretendida profesionalización de los estudiantes en la que según el plan, la universidad se convierte en productora de individuos válidos para introducirse en el mercado laboral. El profesor no desarrolla y trasmite el conocimiento, sino que forma trabajadores de acuerdo con esta filosofía. El tipo y grado de conocimientos va a ser impulsado por la empresa privada y por lo tanto, presumiblemente, motivada por intereses privados. Dicho lo cual, se atisba una parte positiva del plan ya que la formación se adecua a las necesidades del mundo laboral pero indudablemente empobrece el espíritu y lo que conocemos como cultura.

Esta situación es más preocupante cuando se habla de la formación médica en la Universidad. En España la mayor, por no decir la única empresa contratante, es el Sistema de Salud Publico. Ella dicta, en función de su mercado laboral, el número de estudiantes y a través de su examen de selección de trabajadores (examen MIR) los contenidos y la extensión de estos. Todo lo que se salga prácticamente del objetivo MIR no tiene cabida en un plan docente.

De hecho, muchos planes docentes están diseñados y ejecutados de acuerdo con el examen MIR. No entendí bien su significado cuando hace unos años aparecieron por la facultad de Medicina grafitis “6=0”. ¿El grafiti acusaba a la propia facultad de Medicina y a sus profesores, de que estudiar 6 años de licenciatura era una pérdida de tiempo? ¿O bien, reivindicaban una mejora de la calidad de la enseñanza? He escuchado con respecto al plan docente en Medicina entre algunos de mis compañeros profesores, probablemente con más razón que un santo, que lo importante es aprender por y para el examen MIR. Lo demás es superfluo. De mi anecdotario particular no tengo nada más que destacar en este sentido que en un examen escrito de mi asignatura, corregí veinte faltas ortográficas (sin contar acentos). Efectivamente, la ortografía no es el motivo del examen, pero ¿qué hacer? ¿suspendes al alumno? o ¿lo inscribes en un curso acelerado de Ortografía? Las dos opciones van a traer problemas al profesor. En nuestra Universidad tan democrática en la que el hielo quema, el cielo se junta con el infierno y es muy habitual ver como las perdices disparan a los cazadores. No lo entendí bien y por supuesto nunca lo practiqué, en la que el consejo de Charles Darwin:” No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”. Intenté cambiar cosas que no me gustaban y no pude, ¡qué lástima!, tampoco escuché a la poeta norteamericana Maya Angelou aquello de que ”si no te gusta algo cámbialo, si no puedes cámbialo, cambia tu actitud”.


No cambié mi actitud y, de lo cual, tampoco me arrepiento.

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