Carta de un intervencionista corresponsal
Basándome en este viejo refrán español y coincidiendo con la presentación de la “enésima” ley de Reforma Universitaria del Reino de España a lo largo de la media centuria de democracia española consumida, se me han ocurrido unas reflexiones muy personales. Digo se me han ocurrido, cuando en realidad ha sido el vómito posverso producido detrás de un importante malestar gástrico. El refrán español resalta que cada maestrillo tiene su propio librillo y el derecho de tener un enfoque personal de la educación. No a todos y cada uno de los ministros de Educación y Ciencia (MEC) habidos durante este periodo de tiempo, pero sí a los ministerios de las alternancias políticas PSOE-PP, le ha surgido la urgencia y necesidad de sacar a relucir “su particular librillo”. A estos insignes, y en general poco-nada doctos señores ministros (sic comparsas políticas), se les ha pasado por la mente en algún momento de su legislatura que era conveniente tumbar las ideas tenebrosas y retrógradas del contrincante. Su partido y, sobre todo, él mismo había descubierto la “piedra filosofal” que iba a llevar la enseñanza, en concreto a las universidades, al Valhalla del dios Odín. Lo cierto es que la derecha y la izquierda española ha invertido bastante tiempo y supongo que recursos “en marear la perdiz”, revisando y reformando lo que su propia tendencia o la contrincante hizo unos años atrás. En medio quedó Bolonia que maquilló y trató de unificar lo que debíamos aprender y enseñar los europeos, sin éxito. Desde la primera reforma del ministro Maravall en 1983 (Ley de Reforma Universitaria- LRU) hasta nuestros días en 2022 en la que el ministro Castells a medias con el ministro Subirats presentan su particular LOSU (Ley universitaria del Sistema Universitario), los universitarios españoles nos hemos “comido” de manera libre u obligatoria, a sabiendas o con un total escepticismo una sopa de letras y siglas indigeribles (LRU, LOE, LOE, LODE, LOMCE, LOMLOE). Todas y cada una de las reformas y contrarreformas nos prometieron conducir a la Universidad española al top del QS Word University Rankings que ocupan, como no podía ser de otra forma, el MIT de Cambridge (USA), la Universidad de Cambridge (UK) y Stanford (USA).
Claro, yo no soy representativo de nada, no he estado nunca en la administración universitaria, mi curriculum vitae me lo he ganado con mi esfuerzo (trabajando asistencialmente, estudiando e investigando). Desde 1996, primero como Profesor Titular y después como Catedrático, he estado entregado a la tarea docente y por consiguiente, es posible que no haya percibido los cambios tan importantes que se han producido en nuestra universidad.
¿Los alumnos (masculino, femenino e incluido el neutro) son más felices, estudian más y mejor? Bueno, al parecer en los rankings mundiales (siempre mal intencionados y anti españolistas), los resultados del QS Word University Rankings no son muy satisfactorios que digamos. La primera universidad española es la Universidad Autónoma de Barcelona (puesto 178), luego hay 11 más hasta el puesto 492. Tras ellas, desde el puesto 500 en adelante, están la Universidad de Alcalá, la Universidad de Zaragoza, la Universidad de Sevilla, la Universidad de Valencia, la Universidad Pontificia de Comillas, la Universidad Ramón Llull, la Universidad de Salamanca, la Universidad de Santiago de Compostela… por detrás de las universidades del Cairo (Egipto) Kharkin (Ucrania), Balamand (Líbano) o Marta Abreu (Cuba).
Nuestra universidad, muy politizada, adolece de males y lacras, seculares: precariedad laboral, endogamia, financiación y politiqueo vario. Retorcimiento de la demagogia para entregar la capacidad de cambio a actores importantes, pero fuera de su ámbito de preparación y cualificación para liderar cualquier cambio.
"Hasta ahora no era necesario ser el mejor profesor, bastaba con ser el más cercano y el más complaciente y condescendiente con los alumnos".
Dan Levy, profesor titular senior en Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, experto en educación, salud y bienestar, hablando de la docencia en la universidad basa la mejora del método en tres puntos básicos: el mejor profesor único, el trabajo del alumno antes de clase, y el adiós a la clase magistral. El profesor Levy, dice que no tiene sentido que miles de universidades en todo el planeta tengan a sus profesores dando la misma clase de anatomía hepática, por ejemplo, cuando hay uno que es el mejor al que se puede grabar, editar, subir y repetir un número infinito de veces en cualquier soporte, idioma y en cualquier sitio.
Asimismo, menciona que la tendencia es a que los alumnos lleguen a clase con los contenidos previamente trabajados, es decir, a cada estudiante brindarle apoyo en lo que realmente necesita para aclarar, ampliar o complementar.
Los profesores que sólo saben echar un discurso están perdidos. El reto está en ser el de referencia, el que aporte el mejor valor a la información, el que ofrezca algo genuino.
El Profesor Vicente Pedraza, presidente del tribunal que me nombró catedrático en Granada, en febrero de 2008 en su intervención final me recordó que tenía la obligación y la responsabilidad de reconducir la catedra de Radiología y Medicina Física de Zaragoza. Siento, Don Vicente, no haber sido fiel a la promesa que allí puede adquirir. No reniego de aquella promesa, simplemente tengo que admitir que tratar de nadar a contracorriente fue muy difícil, a veces imposible en una universidad napoleónica, endogámica, caprichosa y en manos de los menos preparados. Es increíble, hace menos de un año que acabé con esta responsabilidad y, aunque no católico practicante, vienen bien las palabras del libro del evangelio de Mateo, 10,14 “Et quicumque non receperit vos neque audierit sermones vestros, exeuntes foras de domo vel de civitate illa, excutite pulverem de pedibus vestris” (“Y para aquellos no reciban ni escuchen tus palabras, cuando salgas de su casa o ciudad, sacúdete el polvo de tus zapatos”). Y así lo he hecho, ni si quiera merece la pena volver la vista atrás para no sufrir y ver en lo que se esta convirtiendo nuestra Universidad. La nueva LOSU no contribuye a modernizar ni cambiar los defectos de la caducada LRU de 1983. La universidad con sus dirigentes a la cabeza seguirá caminando de espaldas a la Sociedad y por supuesto en dirección contraria a Europa y al futuro.