A más de diez mil kilómetros de distancia, entre los Pirineos y el Mar de Japón, Pamplona y Yamaguchi comparten una conexión sorprendente que va más allá de la geografía; una profunda amistad forjada a través de la historia, la cultura y la voluntad de acercar dos mundos distintos.
La relación entre Pamplona y Yamaguchi tiene su origen en una figura clave: San Francisco Javier, patrón de Navarra y uno de los integrantes de la primera misión cristiana en Japón. Desempeñó un papel fundamental en la expansión del cristianismo en Asia durante el siglo XVI, realizando misiones en India, Indonesia y el país nipón.

Desembarcó en Kagoshima en 1549, junto a sus compañeros Cosme de Torres, Juan Fernández y al traductor local Anjirō, donde permaneció un año hasta que decidió viajar hacia el norte para ser recibido por el emperador y convertir a este al catolicismo. A pesar de no conseguir una audiencia con él, fundó una pequeña comunidad católica en Yamaguchi, donde muchos de los convertidos eran samurais, lo que animaría a muchos japonenes a seguir el camino de sus señores feudales a pesar de la fuerte oposición de los bonzos (monjes budistas).
Después de dejar esta huella imborrable en Yamaguchi, Francisco Javier abandonó Japón en 1552, dejando la misión a sus compañeros de misión. Buscando el apoyo de las clases altas, consiguieron convertir a Ōmura Sumitada, el primer daimyo cristiano, quien tomaría el nombre de Bartolomé.
En reconocimiento a este lazo histórico, en 1980 Pamplona inauguró el Parque Yamaguchi, un gran espacio verde de diseño japonés en el corazón de la ciudad, como símbolo de hermandad y homenaje a la ciudad nipona. El parque fue diseñado por paisajistas japoneses y navarros, y en él se pueden encontrar elementos típicos del paisajismo japonés, como un jardín de agua, puentes, islas, y árboles cuidadosamente dispuestos.
Por su parte, en Yamaguchi se inauguró en 1952 la Iglesia de Francisco Javier, coincidiendo con el 4º centenario de su muerte. Un incendio destruyó la iglesia en 1991. pero fue rápidamente reconstruida siete años después con un estilo modernista.

Esta reciprocidad ha dado lugar a intercambios institucionales, culturales y educativos entre ambas ciudades a lo largo de las últimas décadas. Incluso existen delegaciones japonesas en los Sanfermines, así como grupos navarros en festividades niponas. Además de la dimensión histórica, la relación entre Pamplona y Yamaguchi representa un modelo de diplomacia ciudadana: dos culturas que, a través de un pasado compartido, han construido puentes de entendimiento mutuo.
Hoy, más de cinco siglos después de aquel primer encuentro, Pamplona y Yamaguchi siguen caminando juntas, unidas por el respeto, la cultura y la memoria de un navarro universal que cruzó los mares para conectar dos mundos.