Histotripsia y el futuro de la ablación percutánea: ¿por qué seguimos anclados en la cirugía clásica?
La publicación casi simultánea de dos experiencias pioneras en Cardiovascular and Interventional Radiology —el primer caso clínico de histotripsia en carcinoma de células renales (ensayo CAIN) y el estudio inicial de histotripsia para lesiones hepáticas— marca un hito para la oncología mínimamente invasiva. La histotripsia, basada en ultrasonidos mecánicos no térmicos y no ionizantes, destruye selectivamente el tejido tumoral con gran precisión y un excelente perfil de seguridad, sin necesidad de calor ni incisiones.
Estos primeros datos, aunque todavía cuasi-experimentales y en fases iniciales de investigación clínica, refuerzan el potencial transformador de la ablación percutánea para el tratamiento de tumores hepáticos y renales. Se unen así a otras técnicas consolidadas como la radiofrecuencia, las microondas o la crioablación, configurando un arsenal terapéutico capaz de ofrecer resultados quirúrgicos comparables a la cirugía convencional, pero con menor morbilidad, hospitalización más breve y mejor calidad de vida para los pacientes.
Sin embargo, pese al avance tecnológico y la evidencia creciente, las técnicas percutáneas continúan sin ocupar un lugar de referencia en muchas guías clínicas internacionales. Esto debería cuestionarnos seriamente: ¿por qué mantener como primera línea opciones quirúrgicas más agresivas, cuando alternativas mínimamente invasivas han demostrado eficacia y seguridad? No podemos ignorar que detrás de esta resistencia persisten intereses corporativos y lógicas de poder profesional. Determinadas especialidades médicas podrían ver amenazados su volumen quirúrgico, su prestigio tradicional o su papel dominante en la gestión del paciente oncológico. Este temor a perder protagonismo, disfrazado muchas veces de “prudencia” ante técnicas nuevas, conduce a restringir la oferta de opciones percutáneas a los pacientes, negándoles la oportunidad de elegir de forma informada.
Desde la radiología intervencionista debemos levantar la voz. El progreso técnico solo tiene sentido si redunda en un beneficio real para las personas. No podemos permitir que las técnicas percutáneas queden marginadas o absorbidas por intereses ajenos a la evidencia científica y al derecho de los pacientes a decidir. Solo si impulsamos la investigación de calidad, fomentamos la participación activa en comités multidisciplinares y defendemos con firmeza nuestro papel clínico, lograremos que estas terapias mínimamente invasivas ocupen el lugar que merecen.
El futuro de la ablación oncológica no debe definirse por inercias corporativas, sino por resultados, seguridad y el respeto al derecho de los pacientes a conocer y elegir la mejor alternativa. Y en esa misión, la radiología intervencionista tiene la responsabilidad de liderar el cambio.
- Winterholler, J.E., Kisting, M.A., Falk, K.L. et al. Hepatic Histotripsy: Jet Ventilation Decreases the Effect of Respiratory Motion in A Porcine Liver Model. Cardiovasc Intervent Radiol (2025). https://doi.org/10.1007/s00270-025-04060-4
- Wah, T.M., Abdel-Hadi, O., Brandon, J. et al. Early Clinical Histotripsy Treatment of Renal Cell Carcinoma. Cardiovasc Intervent Radiol 48, 883–885 (2025). https://doi.org/10.1007/s00270-025-04023-9
Intervencionistas: clínicos y quirúrgicos
A día de hoy, gran parte de la sociedad médica continúa percibiendo a los intervencionistas como radiólogos “con aguja”, técnicos hábiles y resolutivos, pero no equiparables a un cirujano en su capacidad clínica y responsabilidad sobre el paciente. Esto no es casual: viene determinado por la etiqueta que arrastramos desde hace décadas, la de “radiología intervencionista”, que nos asocia conceptualmente a una disciplina eminentemente diagnóstica.
Esta asociación ha condicionado la manera en que otros especialistas —cirujanos, oncólogos, intensivistas— nos ven, nos consultan y nos integran en los equipos multidisciplinares. Nos perciben como apoyo técnico, no como decisores, a pesar de que gestionamos indicaciones, seguimiento, complicaciones, e incluso ingresamos a pacientes en muchas unidades. En la práctica, ejercemos una medicina clínico-quirúrgica mínimamente invasiva, con criterios de indicación y habilidades clínicas comparables a otras ramas quirúrgicas del hospital.
Sin embargo, esta realidad no ha cristalizado en estructuras estables ni en el reconocimiento institucional que merecemos. Seguimos dependiendo de servicios de radiología que, por su propia orientación diagnóstica, no priorizan agendas clínicas, circuitos de consulta, ni la continuidad asistencial propia de una especialidad terapéutica. Esto perjudica tanto a los pacientes —que ven limitada su capacidad de acceso— como a los propios profesionales, que trabajan con barreras organizativas y sin recursos dedicados.
"Por ello es urgente reivindicar plazas perfiladas en los hospitales, diseñadas específicamente para la actividad intervencionista con orientación quirúrgica."
Por ello es urgente reivindicar plazas perfiladas en los hospitales, diseñadas específicamente para la actividad intervencionista con orientación quirúrgica: equipos clínicos, agendas propias, acceso a hospitalización y personal de apoyo entrenado. Estas plazas deben estar blindadas frente a la rotación indiscriminada de facultativos sin experiencia, que degrada la calidad y la continuidad asistencial.
Al mismo tiempo, debemos impulsar con decisión un itinerario formativo alternativo dentro de la formación médica española, orientado a la cirugía mínimamente invasiva guiada por imagen, con rotaciones clínicas amplias, exposición a pacientes, indicaciones y complicaciones, y no solo a técnicas radiológicas. Esto consolidará la visión de que somos, ante todo, clínicos y cirujanos del siglo XXI, y no meros radiólogos procedimentales.
La pervivencia de la denominación “radiología intervencionista” ha tenido un coste: nos ha restado visibilidad y autoridad frente a otras especialidades, pese a realizar tratamientos de igual o mayor complejidad técnica y decisional. Hoy es imprescindible reposicionar nuestra disciplina dentro del hospital como especialidad quirúrgica de mínima invasión, y exigir las estructuras que nos permitan ejercer con la misma autonomía y respeto que disfrutan otros cirujanos.
Este no es un debate nominalista, sino una cuestión estratégica para proteger el futuro de nuestra práctica y garantizar la mejor atención a los pacientes. Solo así podremos evitar que las innovaciones que lideramos —desde la histotripsia hasta las terapias endovasculares complejas— sean absorbidas o controladas por especialidades que sí han sabido posicionarse como verdaderos líderes clínicos. Porque los pacientes merecen cirujanos mínimamente invasivos plenamente integrados, y nosotros merecemos que se nos reconozca como tales.
- Sara, LL., Jose Andrés, G.O. & Miguel Angel, D.G.A. A Name of Our Own: The Necessary Redefinition and Recognition of Image-Guided, Minimally Invasive Therapy. Cardiovasc Intervent Radiol (2025). https://doi.org/10.1007/s00270-025-04083-x