Defender lo esencial

Ya basta de ser invitados en nuestra propia casa

A estas alturas, nadie debería engañarse: la Radiología Intervencionista (RI), esa “cirugía sin bisturí” inaugurada por Charles Dotter en 1964, está en la UCI. Según el análisis evolutivo del Dr. Cho, la RI ha alcanzado la quinta y última etapa de su ciclo: la disolución. Estamos ante una disciplina absorbida por otras especialidades “carroñeras” que nos sacan la piel procedimental, el reconocimiento clínico y, lo más grave, el contacto directo con el paciente.

En España, la Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI) ha denunciado esta situación con firmeza. Teresa Moreno, expresidenta, afirmaba en 2013 que “la radiología intervencionista es todavía desconocida, y ni siquiera muchos médicos la ofrecen”. Más recientemente, Mercedes Pérez Lafuente, actual jefa de la Unidad de Radiología Vascular e Intervencionista del Hospital Vall d’Hebron, señalaba que “Las técnicas percutáneas… comportan una menor morbilidad que la cirugía abierta, menor tiempo de ingreso y una más rápida recuperación. Esa reducción clara del sufrimiento y del coste asistencial no puede ser moneda de cambio en un mercado de poder clínico”.

En el Plan Estratégico de SERVEI, se establece que los estudios completos sobre competencias forman la base para exigir la especialidad, puesto que actualmente la RI sigue siendo una subespecialidad menos visible. Aun así, estas publicaciones no bastan si carecemos de estructura formal, estatuto legal y estatus profesional independiente.

A nivel internacional, CIRSE y SIR han sido contundentes. En su Global Statement de 2024 declararon: “Interventional Radiology has become a clinical discipline and CIRSE shall be at the forefront of promoting clinical involvement and IR clinical services and practice”. Michael Dake, expresidente de SIR, fue categórico: “La independencia clínica es el siguiente paso inevitable para garantizar la supervivencia y el progreso de la RI”.

Nos enfrentamos a una cruda realidad: sin autonomía, los radiólogos intervencionistas serán meros técnicos subordinados.

Sin especialidad MIR específica, los hospitales seguirán gestionando catéteres ajenos y la formación se convertirá en un sucedáneo clínico. Sin un comité político robusto, seguiremos siendo invisibles frente a Facultativos de otras áreas con mayor poder de lobby.

Ha llegado el momento de pasar de la retórica a la acción. Necesitamos:

  • Un MIR específico de Radiología Intervencionista, de al menos cinco años, con formación clínica plena.
  • La creación de un comité político activo, al estilo del SIR PAC, capaz de presionar al Ministerio y a la Comisión Nacional de Especialidades.
  • Campañas de sensibilización dirigidas a gestores, clínicos y pacientes, que visibilicen estadísticas de menor morbilidad, menor estancia y mayor eficiencia.
  • Alianzas sólidas entre SERVEI, CIRSE y SIR: emitir un posicionamiento conjunto, defender el modelo en la UEMS y reforzar la investigación mediante redes clínicas transnacionales.

Defender lo esencial no es un lema; es una exigencia profesional. Es reconocer que, si no peleamos por nuestra independencia, seremos invisibles incluso ante nuestros pacientes. Charles Dotter abrió el sendero, el Dr. Cho nos advirtió del abismo. Si ahora nos refugiamos en el confort de nuestro rol secundario, habremos dejado morir a una especialidad vital.

Que cada uno asuma su responsabilidad. ¿Seguimos siendo invitados o
recuperamos las llaves?

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